lunes, 10 de agosto de 2009

Los estudios permanecen estancados en su tiempo de ámbar
cuando el artista se va.

El escultor acababa de dejar la maza y la escofina sobre
la piedra para volver al trabajo al día siguiente- de eso
habían pasado ya veinte años. Y allí sólo estábamos él,
mi emoción y la cámara de fotos, dialogando...

Su tiempo permanecía en facturas pegadas en la pared, en
las fechas de las revistas atrasadas y en la moda, pero el
desaliño del trabajo lo hacía muy presente. Y de nuevo sentí
que había un código perdido que el tiempo me devolvía
envuelto con pátina de arte. Yo, el que mira, el que recrea,
el que devuelve a la vida.

Y sus criaturas de ojos vacíos me sonrieron: volver a tener sentido.